Me resulta difícil describir mi situación, ahora que está de moda la unión civil es particularmente extraño que alguien comprenda la mía.
Pero aquí va…
Siempre pero siempre creí que me quedaría solo, no soy bueno para esto de las relaciones, saben soy torpísimo… Si alguna vez oyes el rumor de alguien que se cayó en las escaleras del cine y se dobló el tobillo, pues ese soy yo. Además también le vomité a mi profesor de francés en mi primer día de clases – a estas alturas ya debes entender la magnitud de mi mala suerte-
Adrián es, don perfecto. En serio hace todos los deportes; bueno en el fútbol, en el vóley, surf y estudiante promedio. Su físico, bueno, sólo diré que entre sus antepasados han de haber varios enlaces entre italianos y africanos, prueba suprema de que la mezcla de etnias nos lleva a la perfección física, otro detalle se podría comer una res en un instante. Adrián va a la facultad de derecho. Lo conocí en segundo año de letras y la verdad no me llamó la atención, de hecho no me interesaba en lo más mínimo.
El otro implicado en esta situación tan particular es Daniel, lo vez y piensas… que lindo muchacho. Si tuvieras una hija desearías que sea su novio. Daniel va a psicología y es un ser servicial en todo el sentido de la palabra a veces lleva a su hermanita y todas las chicas se mueren por cuidarla entre clases. Un muchacho de atractivo promedio y con esas sonrisas que te hacen oír pajaritos. Te lo digo en serio– a estas alturas creerás que exagero, la verdad sí. Pero ya comenzaste esta lectura así que mejor termina-
Bueno, nos conocimos en un taller electivo, de esos que te suman créditos fáciles. La relación con Adrián empezó porque una amiga quería levantárselo y me vi obligado a invitarlo a una fiesta en su casa. – ¿Cómo lo hice? Bueno eso tomaría varias páginas, lo resumimos en que le ayudé con una tarea, lo dejé copiar de mi examen, lo metí a mi grupo de investigación y le invité la mitad de mi Coca Cola, cosa de varias semanas-
Ya en la fiesta me di cuenta que entre copas Adriancito miraba de manera particular a los muchachos, con mucha discreción, de un manera insospechable para los heterosexuales, pero no para mí. Mi amiga logró su cometido a medias, solo lo besó, le bailó y comenzó a cantar, hablar de su ex y… bueno las mujeres son tontas a veces. Me quedé hablando con Adrián lo que quedaba de la noche mientras la gentita ya tenía el alcohol en la cabeza. Estaba yo bastante sano la verdad gracias a mi entrenamiento bohemio de chico que pasó mucha noches en bares de todo tipo hablando sonseras. Descubrí que detrás de tanta perfección había una familia de varios hermanos que querían salir adelante, una familia trabajadora y el sueño de salir adelante. Y como decimos los peruanos “a darle con fe nomás” no me imaginé tanta profundidad en él, esperaba que sea hueco, vacío y estúpido. Comencé a pensar y a sentir algo… no sé cómo describirlo pero algo sentí que me encantó, dejé de verlo como el gay frustrado, como el bisexual arrecho o el aprovechado de la clase. La noche terminó y bueno, cada quien a casa.
El lunes me trajo otra sorpresa, por la tarde me retiraba al estacionamiento rogando a toda la corte celestial que el Chevrolet impala de mi viejo no falle para no pasar vergüenza en Javier Prado de nuevo, cuando del carro del costado –un Nissan Sentra- alguien me llama y de éste baja Daniel y sin darme opción alguna me pide que salga con él – ¿Recuerdan lo del examen, el trabajo en grupo y la Coca Cola? Bueno, Daniel me prestó sus notas, me hizo el trabajo en grupo y compró la Coca Cola… no solo las mujeres son tontas y ciegas-
Acepté, porque la verdad sentía que era lo mejor. Daniel y yo comenzamos a salir y luego de varias semanas Adrián me invitó a una fiesta, la fiesta terminó con él y yo hablando de igualdad social a las tres de la mañana en la sala de una casa en Tomás Valle y un detalle… dos horas nos tomamos la mano y no nos las soltamos.
Una semana después mi amiga despechada se lo contó a Daniel y entre terminar o no, quedamos en darnos un tiempo. Las cosas quedaron en silencio, Daniel herido, Adrián avergonzado y yo confundido.
Pasaron varias semanas y a fin de semestre coincidimos los tres en una fiesta. Esta vez quedamos los tres bebiendo, y… una pregunta ¿relación? ¿Tiene que ser entre dos? En serio, no sé cómo explicarlo. La semana pasada cumplimos tres meses… ¿Quiénes? Pues Daniel, Adrián y yo. No sé qué pasa, no sé a dónde vamos, pero vamos los tres.
Si te pareció inventado por los tonos rosas que puse, bueno… esta es la parte real:
Los padres de Adrián ya no pueden pagar la universidad, los tres trabajamos medio tiempo para pagarla, en la universidad sólo comía una vez a la semana. El hermano menor de Daniel tiene VIH y su mamá es ludópata, su padrastro toco indebidamente a su hermana menor, yo trato de superar mi profunda adicción al alcohol y algunas drogas (cuando me caí en el cine tenía tanta coca en la nariz que apenas podía poner un pie delante del otro y en clase de francés estaba ebrio. Todo esto a los dieciséis años) No tenemos una relación normal, somos tres, seguimos los tres… uno al lado del otro; un ciego, un sordo y un mudo. Pero estamos juntos. Durará… ¿No lo sé? Pero es nuestro presente, me juzgarás, nos juzgarás… Pero es lo que somos, cargar con nuestras vidas pesa mucho, hay más… pero ya no lo quiero ver gris. Quiero verlo rosa, por eso adornaré esta historia mil veces, porque ya pasó, ya pasamos muchos infiernos a solas y… ¡Con un carajo! Merecemos algo de rosa en esta vida.
